A lo largo de esta semana se nos ha dado el espacio y la posibilidad de pensar sobre la cultura digital. Ahora que la semana lectiva acaba, intento poner en orden mis ideas, y sacar unas conclusiones finales. (Aunque con la tecnología, hablar de conclusión final es casi un oxímoron)
1. EL MEDIO ES EL MENSAJE: Hay una escena genial de la película Annie Hall en el que Diane Keaton y Woody Allen están esperando en la cola de un cine, en la que un señor situado delante de ellos les está destrozando la película con una crítica pedante. En un momento dado cita a McLuhan y Allen, harto de él, como de todos, saca literalmente a McLuhan de detrás de un panel y se lo planta al pedante delante suyo para que le desmienta todo lo que está diciendo utilizando sus teorías. Es genial esa imagen. Y es genial porque es absurda, porque es imposible sacarnos a McLuhan de la chistera cuando lo necesitamos. Bueno, o era. No he traido a McLuhan a colación para citar el tan citadíiiiiiiiiisimo "el medio es el mensaje". He traído esa imagen porque eso que antes era imposible ya no lo es. Si Woody rodara esa escena ahora, podrá meterse en internet desde su móvil y buscar "las teorías más famosas de McLuhan" con las que podría desmentirb las habladurías del pedante. Nos cargaríamos la metanarración? Eso es otra historia.
2. ¡OJO! ES AUTORREFERENCIAL: Algo parecido a esto le pondría a cada vez más programas y contenidos multimedia. La cultura digital comporta un aumento de los contenidos. 24 horas de televisión, radio... y millones de contenidos y páginas en internet. Lo que esto provoca es que paulatinamente, y de manera muy notoria en los medios analógicos, los contenidos se vuelven autorreferenciales. La televisión antes quería dar cuenta de lo que pasaba "fuera de ella": ahora cada vez más programas se refieren a lo que pasa en otros programas (el ejemplo por antonomasia son los programas de zapping). Esto me provoca una pregunta: ¿pasará lo mismo en internet? Me parece que hay algunos indicios dignificativos: la página web de zara, antes te comentaba lo que hacían, donde estaban las tiendas, cómo mandarles tu CV...ahora te remiten a su venta online. ya no hay referencia a un espacio físico, a unas personas, a un equipo profesional y medidas técnicas: hay referencia a productos virtuales, a perfiles virtuales a comentarios de blogs: ¿podría decirse que internet se ensimisma?
3. ¿ES ESO UN CUERPO?: Las dos últimas sesiones han sido dedicadas a la gran transformación que ha sufrido el soporte de la lectura. Estamos ante un proceso de desmaterialización de todos los pbjetos familiares que nos han acompañado durante toda nuestra vida y fases de aprendizaje: pero lo único que sigue teniendo una materialidad fija es nuestro cuerpo. Parece que es lo único de lo que no nos podemos deshacer, por mucho que lo intentemos (clínicas de adelgazamiento, dietas, operaciones, ropa reductora, pastillas...). Me pregunto que motivaciones hay detrás de una cultura que desa aniquilar lo material, de una cultura que invierte millones en hacer aparatos más pequeños, más ligeros, con la idea de que finalmente esos soportes estén integrados en nuestro propio cuerpo. Parece que, por muy posmodernos que nos reivindiquemos, Nietzche y los franceses se equivocaron: Dios no ha muerto, pero Platón tampoco.
Muchas veces se ha criticado a Platón por ser el verdugo del cuerpo, por ser aquel que dijo que el cuerpo era la cárcel del alma (en griego cuerpo es soma y cárcel sema, lo cual daba más fuerza a sus palabras). Sin embargo no hay que creer que Platón ha conseguido engañarnos a todos imponiendo un sistema de pensamiento que nos tiene atrapados en una cultura de rechazo de lo corporal: Platón solo hizo un sistema filosófico de un modo de pensamiento que parece nos define bastante.
Quizás podríamos decir con Freud que internet y en general la cultura digital es la sublimación de nuestros deseos: el deseo de ser aire, que diría Mecano.
Cultulab_Cayetana Martínez
jueves, 14 de abril de 2011
miércoles, 13 de abril de 2011
Las palabras sangran
Mi profesor Ángel Gabilondo solía contar en muchas conferencias la misma historia: se dice que cuando Ovidio fue desterrado les escribía cartas a sus libros...¿qué hareís ahora vosotros, ahora que yo no puedo veros, que hareís en las baldas de las estanterías, papel contra papel, rozandoós los lomos (Gabilondo era firme defensor del erotismo de la lectura, como todosl os grandes lectores, creo).
Ovidio pensaba que sus libros se decían cosas, se hacían el amor unos a otros, se intercambiaban las palabras y las historias. El componente material, el cuerpo del libro, formaba una parte fundamental de esa erótica y es fácil imaginarse esa habitación polvorienta y desierta, llena de libros y papeles (de formatos distintos a los de la Galaxia Gutemberg, claro). La sensualidad y el placer de la lectura se entienden muy bien con el papel: abrir el libro, olerlo...por supuesto, pero es innegable que si Ovidio hubiera tenido un Ipad o un Kindle no habría tenido noches tan solitarias alejado de sus amigos.
Ovidio pensaba que sus libros se decían cosas, se hacían el amor unos a otros, se intercambiaban las palabras y las historias. El componente material, el cuerpo del libro, formaba una parte fundamental de esa erótica y es fácil imaginarse esa habitación polvorienta y desierta, llena de libros y papeles (de formatos distintos a los de la Galaxia Gutemberg, claro). La sensualidad y el placer de la lectura se entienden muy bien con el papel: abrir el libro, olerlo...por supuesto, pero es innegable que si Ovidio hubiera tenido un Ipad o un Kindle no habría tenido noches tan solitarias alejado de sus amigos.
¿Qué se gana, qué se pierde? Podemos seguir pensando que aunque el soporte sea inmaterial, aunque los libros estén en la nube o en la memoria RAM, siguen diciéndonos cosas con el cuerpo. Pienso que sí, pienso, retomando una frase de Pierre Klossowski, que las palabras sangran sea cual sea el soporte.
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libro,
materialidad,
palabras
martes, 12 de abril de 2011
los arqueólogos del saber
Documental: La obsolescencia programada: comprar, usar y tirar.
Tiene Foucault un libro dentro de su investigación sobre la genealogía de los conceptos y los afectos llamado "la arqueología del saber". El ejercicio que él se propone ahí no es muy distinto del que se nos propone en esta lección del día 12: imagina que quisieras saber qué pasa en el mundo que te rodea y que comenzaras una investigación que fuera a la raíz misma de las cosas. Imagina que te preguntaras un día por qué nosotros, tan europeos, tan posmodenos, seguimos teniendo ciertas concepcíones "aparentemente naturales" sobre el sexo o el poder. Foucault propone una investigación de la historia de los conceptos que nos lleve a conocer el origen de nuestro sistema de pensamiento.
Algo parecido se nos propone aquí: un método que nos lleve a conocer las raíces de nuestro sistema de vida y de consumo. ¿Cómo es posible que hayamos pasado de la edad de la renovación a la edad de la innovación? qué ha motivado ese cambio en nuestros hábitos de consumo, en nuestra forma de relacionarnos con los objetos, en nuestra pregunta sobre el origen de las cosas y su proceso de transformación?
Recuerdo todavía la imagen de mi abuela enrrollando el cordelito que envolvía el paquete de pasteles para guardarlo en un cajón. Nunca sabes para qué puede servir. Y sin embargo una actitud como esa resulta inimaginable ya siquiera para la generación de nuestros padres.
Investiguemos pues, hagámos arqueología de nuestro tiempo y de nuestra relación de consumo acelerado de las cosas. Parece que la labor del arqúeólogo es preguntarse por el origen de la tecnología (aunque no parece algo fácil, desde Aristóteles que venimos dándole vueltas a qué deba ser una cosa y todavía nadie se ha aclarado del todo...). Se nos dice que la tecnología debe ser una de las tres herramientas, junto con la cultura y la educación que ayude a la difusión del conocimiento, y sin embargo, por el propio nombre, se vislumbra que es una estructura autónoma. Todo lo que tiene la razón de su ser, su logos, en sí mismo, no puede someterse al servicio de otras entidades. La tecnología produce sus propios mecanismos y canales, sus propios movimientos y fuerzas económicas sociales y políticas. Y los arqueólogos deben ser conscientes de que las condiciones de mundo que ha creado la tecnología digital llevan a un mundo de obsolescencia, al igual que la invención de la escritura llevó a la "obsolescencia" de la memoria.
Toda tecnología transforma su mundo y puede que el futuro del nuestro pase por una aceleración del consumo que solo se paralice cuando no haya más soportes. Cuando el cuerpo mismo sea el soporte y la tecnología esté integrada orgánicamente en nuestros tejidos. Carne y logos, exactamente igual que al principio de los tiempos.
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consumo,
obsolescencia,
tecnología
lunes, 11 de abril de 2011
La cultura digital sometida a la critica cultural
Se dice que la cultura digital nos plantea un cambio, un nuevo uso del lenguaje y de las relaciones, una nueva manera de estar en el mundo. Podríamos pensar que la sociedad del consumo, que pasó a ser sociedad del espectáculo con Debourg y luego sociedad líquida con Bauman, está ahora caminando hacia un estado posterior: una sociedad nubolosa, tanto por el lugar donde alberga su contendido como por la dificultad para entrever su futuro a medio plazo. La sociedad digital nos plantea una crisis, un necesario cambio de dirección. La sociedad digital es un abismo y como diría Nietzsche, es un abismo que nos devuelve la mirada.
Ante todo lo que nos acontece desde que internet y las aplicaciones tecnológicas se han instalado en nuestra cotidianidad, cabe una actitud pasiva, de consumo inmediato, (entendiendo la mediación al más puro estilo hegeliano, si eso todavía está permitido) o de distancia, a través de la crítica.
Y es que la crítica (del verbo griego krínein, separar, decidir) solo se puede lograr a través de la cultura. Solo el pensamiento que, como el buen carnicero de Platón, separa los conceptos y analiza los acontecimientos, puede disfrutar y lidiar con las implantaciones digitales sin caer en su consumo pasivo o en el tedio del espectador. En otras palabras: solo el que disfruta y comprende lo digital a través de la crítica pude actuar con ella activamente.
No pretendo volver con nostalgia hacia las críticas marxistas de la enajenación de la tecnología, pero sí recuperar elementos de la crítica de la cultura que resultan sumamente interesantes para analizar nuestro momento: lo que los grandes filósofos de la sospecha nos enseñaron fue que no hay movimiento que provenga del ser humano y que sea desinteresado. Nietzsche lo dijo respecto del los religiosos y los filósofos, Freud respecto de nuestra conciencia y Marx se refería con ello a las superestructuras sociales. Apliquémoslo a nuestro día a día: no hay movimiento de Google, aplicación de Apple o "Me gusta" de Facebook que no estén mediados por el interés. Y finalmente son movimientos tan grandes que ordenan nuestro mundo y nuestro sistema de pensamiento. Esto no quiere decir que no podamos tener una cuenta en google: quiere decir que la lógica de ordenación del mundo de google domina el modo de navegar por internet del 95% de los usuarios de internet del mundo, marcándonos un camino, faciltándonos unas vías en vez de otras. Y desde luego no de un modo azaroso o desinteresado. Saber esto no implica dejar de utilizarlo, ni mucho menos. Pero los mecanismos de poder que estas grandes corporaciones que son las ventanas de nuestro mundo tienen, debería ser objeto de análisis y debate.
No podemos pensar que no hay que preocuparse porque ahora hay un buscador que nos lo pone fácil. Hay que educar en el conocimiento de las implicaciones que tiene toda herramienta que ejerce la mediación entre nosotros y el mundo.
Hay que ser críticos. y para ello necesitamos la cultura.
Ante todo lo que nos acontece desde que internet y las aplicaciones tecnológicas se han instalado en nuestra cotidianidad, cabe una actitud pasiva, de consumo inmediato, (entendiendo la mediación al más puro estilo hegeliano, si eso todavía está permitido) o de distancia, a través de la crítica.
Y es que la crítica (del verbo griego krínein, separar, decidir) solo se puede lograr a través de la cultura. Solo el pensamiento que, como el buen carnicero de Platón, separa los conceptos y analiza los acontecimientos, puede disfrutar y lidiar con las implantaciones digitales sin caer en su consumo pasivo o en el tedio del espectador. En otras palabras: solo el que disfruta y comprende lo digital a través de la crítica pude actuar con ella activamente.
No pretendo volver con nostalgia hacia las críticas marxistas de la enajenación de la tecnología, pero sí recuperar elementos de la crítica de la cultura que resultan sumamente interesantes para analizar nuestro momento: lo que los grandes filósofos de la sospecha nos enseñaron fue que no hay movimiento que provenga del ser humano y que sea desinteresado. Nietzsche lo dijo respecto del los religiosos y los filósofos, Freud respecto de nuestra conciencia y Marx se refería con ello a las superestructuras sociales. Apliquémoslo a nuestro día a día: no hay movimiento de Google, aplicación de Apple o "Me gusta" de Facebook que no estén mediados por el interés. Y finalmente son movimientos tan grandes que ordenan nuestro mundo y nuestro sistema de pensamiento. Esto no quiere decir que no podamos tener una cuenta en google: quiere decir que la lógica de ordenación del mundo de google domina el modo de navegar por internet del 95% de los usuarios de internet del mundo, marcándonos un camino, faciltándonos unas vías en vez de otras. Y desde luego no de un modo azaroso o desinteresado. Saber esto no implica dejar de utilizarlo, ni mucho menos. Pero los mecanismos de poder que estas grandes corporaciones que son las ventanas de nuestro mundo tienen, debería ser objeto de análisis y debate.
No podemos pensar que no hay que preocuparse porque ahora hay un buscador que nos lo pone fácil. Hay que educar en el conocimiento de las implicaciones que tiene toda herramienta que ejerce la mediación entre nosotros y el mundo.
Hay que ser críticos. y para ello necesitamos la cultura.
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